Homenajes a Luis Felipe “Yuyo” Noé: libros de 500 páginas, obras de 5 metros

El 9 de abril de 2025, la tinta, el color y la palabra se quedaron sin una de sus mentes más desbocadas: Luis Felipe “Yuyo” Noé falleció a los 91 años luego de toda una vida dedicada al arte. Parte del grupo Nueva Figuración, que renovó las corrientes artísticas argentinas de los sesenta, hacedor de un particular estilo que se basó en el concepto de caos –su marca registrada– para conmover con una potencia inusitada en el trabajo del color, dejaba este mundo en el que trabajó casi hasta su últimos días.
Autor de una veintena de libros –entre ensayos, manuales teóricos y novelas–, parte de su legado se volcó en dos últimos títulos de reciente aparición. El ojo que escribe (Ampersand) es un resumen de su trayectoria intelectual y su formación como lector, que forma parte de la colección Lectores de este sello. El segundo, Asumir el caos. En la vida y en el arte (El Cuenco de Plata), condensa su teoría del caos en el arte, cómo entenderla y vivirla.
Ambos dejan en claro que el caos es mucho más que el desorden o un adjetivo asociado a asesores políticos de moda. Es un modo de ser y estar en el mundo.
Homenaje a Luis Felipe Yuyo Noé en Malba.
“Los ojos leen como forma de mirar y miran como una forma de leer”, sentencia Yuyo en las páginas de El ojo que escribe, que indagan acerca de su mundo propio, a la vez que ensaya y evoca el pasado sin descuidar el porvenir. Dividido en tres partes, la primera, Auto-escritos y Auto-lecturas, es un análisis de todas sus publicaciones donde hace gala de su biblioteca.
Deambulando entre libros, cuadros, etcétera es una memoir que incluye anécdotas magistrales, como las tertulias en la casa de su amiga Pirí Lugones donde se cruzó con Paco Urondo, Ricardo Piglia o Rodolfo Walsh. Mientras que El quehacer artístico visual funciona como un libro del tao, en el que explica su filosofía sobre el arte, el caos y su proceso creativo, algo que anteriores ediciones ya permitían vislumbrar.
La pintura de Yuyo, aquel trazo nutrido de una fuerza única en la línea y una ebullición del color muy potente, se mantuvo activa hasta sus últimos días. Tal como cuenta en este libro, luego de un accidente se vio obligado a pintar con el lienzo en horizontal, lo que renovó su espacialidad.
Despiden a Luis Felipe “Yuyo” Noé en la Legislatura porteña. Foto: Clarín.
Su arte estuvo asociado a lo abstracto y aquí se encarga de discutir esa noción: no es lo opuesto a lo figurativo, sino que incluye una sensibilidad, una manera de mirar. “Debe entenderse por abstracto la envoltura conceptual de aquello que se quiere abarcar”.
Una de las partes más jugosas está reservada a sus recuerdos personales. Aparecen la figura de su padre como influencia central, los 55 años de matrimonio con Nora Murphy y su descubrimiento del arte siendo un niño: “Con las imágenes yo conversaba, me permitían la fantasía propia; tanto si provenían de los libros o de las revistas. Me retenían en una contemplación deductiva”.
Como periodista, recupera historias con amigos artistas como León Ferrari, Alberto Greco, Ricardo Carpani o Jorge de la Vega, quien inspiró uno de los pasajes más sentidos del libro: el impacto de su intempestiva muerte en 1971 que significó la primera pérdida de alguien de su edad.
Son obras de la colección de Eduardo Costantini, presente en el acto homenaje con familiares y miembros de la fundación que custodia su legado, y aportó una pieza. Las dos restantes, poco vistas, pertenecen a colecciones privadas.
Más allá de las evocaciones, datos y reflexiones, propone un modo de entender y vivir la lectura en un sentido amplio. “No es solo leer libros o revistas sino, sobre todo, tratar de asumir al Gran Todo que nos desafía, tomar conciencia de él y, en consecuencia, saberse estructurar a sí mismo”.
A finales de 2024 se publicó Asumir el caos. En la vida y en el arte, la obra crítica definitiva de Yuyo. Editada por El Cuenco de Plata, se trata de la gran tesis de Yuyo acerca del caos, algo que atravesó toda su obra y a él mismo, tal como reza su subtítulo. Como afirma Lorena Alfonso en el prólogo, “no se trata solamente de delimitar un concepto o encerrar una idea, sino de proponer una actitud y un modo de pararse frente al mundo y los acontecimientos”.
En 512 páginas, el artista despliega una monumental maquinaria de citas, reflexiones, relatos, descripción de obras y análisis de creadores. En el medio, se va hilvanando su propia filosofía, algo oculta, subyacente al calor de todo lo que Noé fue leyendo, pensando y creando. “¿De qué hablamos cuando hablamos de caos?”, se pregunta, y a lo largo de dos partes divididas en dieciséis capítulos en total, se dedica a responder. Lo interesante es su método de análisis y reflexión crítica. Noé se acerca con devoción, casi como un niño que mira desde abajo una inmensa biblioteca a muchas citas de autoridad. Esto es un gesto de respeto intelectual de alguien con el mote de maestro bien ganado.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Foto: gentileza.
Mencionar a todos los autores que cita ocuparía todo este artículo. Una muestra: Gilles Deleuze, Sigmund Freud, J. W. von Goethe, Yuval Noah Harari, Immanuel Kant, Michel de Montaigne, Friedrich Nietzsche, Marcel Proust, Jacques Rancière, Gianni Vattimo, Paul Valéry, Walter Benjamin, Baruch Spinoza, John Berger.
Le interesó hablar de artistas y pensadores que se enfrentaron al caos y, a partir de esto, hicieron obra. Así aparece el trabajo de Ludwig Wittgenstein sobre los colores, que parecería haberlo acercado a la muerte, y un extenso análisis de Vincent van Gogh, quien, tal como lo definió Antonin Artaud, fue “el suicidado por la sociedad”.
Queda pendiente tal vez conocer un poco más de su propia filosofía, su mundo privado en el taller, su quehacer artístico. Cómo toda esa teoría del caos se transmuta a lo más pequeño, el pincel apoyado sobre el lienzo. Se entiende que un gran mago nunca revela sus trucos y que es un gesto noble el dejarle al lector elucubrar sus propias conclusiones.
Leyendo con atención, uno va capturando afirmaciones de Yuyo que bien podrían integrar una antología de aforismos sobre el caos. Que entre todos forman su definición: “Confundir caos con desorden es confundir vida con circunstancia” o “El artista está condicionado por su tiempo y por la conciencia colectiva del nosotros al que pertenece”.
Sobre el final, lanza una advertencia inquietante sobre los tiempos presentes: “el peligro del yo superpuesto, o sea, del ser humano diluyéndose en un autómata inconsciente”. ¿Cómo lograr un nosotros, algo que señala como clave para hacer arte, en estos tiempos individualizantes? En sus propias palabras, la duda no debe paralizar sino, más bien, motorizar: “Asumir el caos en su esencia es asumir al ser humano en todas sus contradicciones. Menuda aventura, por cierto”.
Clarin